- Ya no te gusta ser delantero ¿verdad?
-Sí, lo que oyes, que no golpeas la pelota con fuerza creyendo que meterás. Que no quieres ser delantero, que ahora es solo un trabajo.
-No quiero fallar, tengo miedo a perderla y a no encajar los últimos pases, a que siempre hablen de mí, a que critiquen mi fútbol.
No disfruto como antes, los aspectos negativos crecen y con ellos mi necesidad de huida.
-¡Quién iba a pensarlo!
- Pero… no siempre fue así.
-Ya lo sé.
-¿Ah sí? ¿Y conoces algo más de mí?
-Querías ser el mejor de todos, un gran nueve, especial, goleador y determinante. Ganar todas las copas de tu país, mil medallas por el mundo…
-¿Cómo lo sabes?
-Porque yo quiero ser ese gran delantero.
- Lo puedes ser si quieres, no es tan difícil.
-Sí lo es, tú no me dejaste. Creciste y se te olvidaron mis sueños, tus sueños. Tenías un trato conmigo, contigo. Pero mira a tu alrededor, te pareces a todo el mundo menos a mí. Ya no recuerdas nada de lo que te hacía vibrar, de lo que despertaba tu ilusión cada día.
- Es cierto…
-Desde hoy me gustaría que lucharas contra ti mismo, para intentar cumplir con tus promesas.
Aún no descifro si es una conversación entre padre e hijo, como sugiere la foto, o entre un adulto y su niño interior, como finalmente imagino.
ResponderEliminar¿Qué nos diría hoy quien fuimos a los 10-15 años? Movilizante.